Capítulo 33. Gruñona y hermosa.
El lunes llegó con esa mezcla de rutina y tensión que nunca se disipaba del todo. Y ahí estaba ella, caminando hacia mí como si el mundo entero girara a su alrededor, hermosa, impecable, y con ese ceño ligeramente fruncido que le daba un aire de gruñona adorable, la misma que había aprendido a desarmar la noche anterior.
Me quedé unos segundos en silencio, como un idiota, observándola sin poder disimular la fascinación. Su cabello caía en ondas perfectas, sus ojos brillaban con esa intensidad que parecía retarme a contenerme, y cada paso suyo tenía la seguridad de alguien que sabía exactamente lo que valía. Gruñona, sí, pero hermosa de una manera que me dejaba sin palabras.
—Buenos días —intenté, con voz baja, casi como si pronunciarla fuera un riesgo.
Ella arqueó una ceja, apenas, como si evaluara si mi entusiasmo era sincero o si solo era otro intento de provocarla. Y yo me reí por dentro. Porque sí, cada gesto suyo me tenía completamente cautivo.
—Buenos días —respondió finalmente,