La tensión se cuela entre los rincones de la casa como una corriente invisible. Es un día templado, pero el ambiente está cargado, denso, como si algo estuviera por estallar.
Clara camina por el pasillo con un nudo en el estómago. Desde el día anterior, la imagen de Samuel no se ha ido de su cabeza.
Su rostro, su voz amable, su sonrisa medida. Hay algo que no encaja. Algo que no puede nombrar pero que le aprieta el pecho.
Encuentra a Ethan en el jardín, agachado junto a Ava, que riega las plantas con entusiasmo.
Él levanta la vista cuando la ve acercarse, y le sonríe. Esa sonrisa le revuelve algo por dentro. Después del beso, todo ha cambiado. Los dos lo saben, aunque ninguno lo haya dicho en voz alta.
—¿Podemos hablar? —pregunta Clara, sin rodeos.
Ethan asiente. Se pone de pie, se sacude las manos y le acaricia con ternura el cabello a Ava.
—Ve adentro, cariño. Ya vamos.
Cuando Ava se va corriendo, Ethan se vuelve hacia Clara con el ceño fruncido, está preocupado por lo que ella te