Jared tragó saliva, sintiendo que esas palabras lo golpeaban más allá del orgullo: eran un ataque directo a su familia, a su control, a todo lo que había construido.
—Yo entiendo, Elian —respondió Jared, más por obligación que por comprensión—, pero también quiero que entiendas a mi hija. Ella te ve como alguien importante, y por eso ha reaccionado como lo hizo. Está recién casada, apenas empieza, y siente que necesita un poco más de tu atención. Eso es todo. Sólo quería que le dedicaras un poco de tiempo, pero en ningún momento quiso provocarte ni hacerte enojar.
—Precisamente —replicó Elian—, yo no quiero una esposa que dependa de mi atención constantemente. Sabes muy bien que soy un hombre de negocios, siempre viajando, ocupándome de asuntos que requieren mi completa concentración. No puedo pasar mis días en casa cumpliendo los caprichos de una mujer malcriada que no entiende sus límites. Lo siento, señor Jared, pero esto no va a cambiar.
Jared sintió cómo su rostro se tornaba cali