C15: No puede ser que tú me hayas traicionado.
Aquel hombre no era el Jared de siempre, lo que estaba frente a ella era una criatura al borde del abismo. Tenía el rostro bañado en una ira, deformado por una rabia que parecía arrancada de las profundidades del infierno. Las venas en su frente y cuello sobresalían como raíces vivas, y su piel estaba roja como si el calor de su cólera le hubiese cocido por dentro. Parecía a punto de echar humo por la nariz, como un toro embravecido.
Nadia se quedó paralizada, con los labios apenas entreabiertos, sin poder pronunciar palabra. El miedo le había robado la voz, le había secado la garganta. Dio un paso atrás por instinto cuando él cerró la puerta con un segundo golpe, seco y sonoro, que hizo temblar las paredes. Su cuerpo tembló, una vez más.
—No puede ser... —dijo él, pero no fue una voz humana. Era un gruñido, una maldición, un aullido atrapado en carne. Dio un paso hacia ella y su cólera se hizo aún más visible, como si cada centímetro que recorría lo acercara al punto de no retorno—.