La búsqueda de Nadia se convirtió, para Rowan, en un asunto personal. No era simplemente un capricho ni una deuda emocional: era una necesidad que lo consumía día y noche.
Al principio, la estrategia parecía clara. Luciano movilizó todos los recursos disponibles dentro del país. Investigaron hoteles, terminales de autobuses, estaciones de trenes y aeropuertos, sobornaron recepcionistas, gerentes y hasta encargados de equipaje. Cualquier persona que pudiera haber visto a la joven que se hallaba en la fotografía que Luciano utilizaba para encontrarla fue interrogada, directa o indirectamente.
Los primeros días fueron frenéticos. Rowan revisaba personalmente informes, fotografías, grabaciones. Cada noche se reunía con Luciano, esperando que alguna pista concreta apareciera, que alguien dijera: “Sí, la vi, tomó este vuelo, se hospedó aquí”.
Pero el silencio era absoluto.
Después de semanas de esfuerzo, la conclusión era inevitable: Nadia ya no estaba en el país.
Ese hallazgo, en lugar de