C53: La exposición.
El día de la exposición finalmente llegó, y desde tempranas horas todo estaba siendo ultimado con precisión. La galería que Killian había alquilado se encontraba en una de las zonas más exclusivas de la ciudad, un edificio moderno de fachada elegante, grandes ventanales de cristal y líneas arquitectónicas limpias. El salón principal era amplio, de techos altos, con iluminación blanca, pensada específicamente para resaltar cada detalle de las obras. Las paredes, blancas como lienzos vírgenes, servían de fondo perfecto para las piezas que Killian había decidido exhibir aquella noche.
Había mandado colocar sus cuadros con una disposición milimétricamente cuidada. Cada obra colgaba perfectamente centrada, separada por la distancia exacta para que ninguna invadiera el espacio visual de otra. Las luces dirigidas sobre los cuadros creaban un efecto casi teatral, destacando la textura del óleo, la profundidad de las pinceladas, y el contraste entre sombras y luces.
Las personas que entraban q