Las palabras de Elian resonaban en la mente de Indira como campanadas crueles, rebotando una y otra vez hasta que, sin poder evitarlo, apretó los puños con tanta fuerza que sus uñas se clavaron en la palma de sus manos.
—Eres un maldito idiota —soltó ella.
Killian giró de inmediato hacia su hermana, sorprendido.
—Eres un completo imbécil, Elian —continuó Indira, alzando más la voz, ignorando por completo a las personas que comenzaban a voltear la cabeza hacia ellos—. ¿Cómo te atreves a humillarme de esta manera? ¿De verdad pensaste que quería hablar contigo? ¿Que vine hasta aquí por ti? ¿Y ahora dices que te interesa mi prima? ¿Ahora resulta que pusiste los ojos en Nadia?
A su alrededor, el murmullo del público se volvía más evidente. La gente se detenía frente a los cuadros y disimuladamente giraba la cabeza hacia el escándalo que comenzaba a tomar forma en una de las esquinas del salón.
Las miradas no eran de indiferencia. Algunos fingían sorpresa, otros claramente se divertían c