Pensé que dos líneas rosadas traerían solo alegría.
Pensé que esta vez, el mundo nos dejaría en paz.
Pensé… mal.
Todo comenzó con una notificación. Una sola.
“Zoé Alcázar, la esposa del empresario Liam Whitmore, estaría utilizando su embarazo como herramienta mediática.”
El titular me golpeó como un puño en el estómago.
En la foto que acompaña la noticia, salgo abrazada a Liam, con una expresión de ternura. Fue tomada la noche en que se lo contamos a Camila. Una imagen robada. Una parte nuestra que no dimos permiso de mostrar.
Y sin embargo, ahí está. En todas partes.
—¿Ya lo viste? —me pregunta Liam desde la cocina.
Asiento, sin levantar la mirada del celular. No tengo fuerzas. Las redes están infestadas de odio.
“Qué conveniente quedar embarazada justo ahora.”
“Seguro el bebé es parte del contrato.”
“¿Ya hicieron prueba de paternidad o también está fingiendo eso?”
Mi garganta se cierra. Siento el pecho pesado, como si todo el aire se hubiera convertido en cemento.
—Zoé