Me despierta un zumbido constante. Al principio creo que es mi celular, pero no: es el teléfono de la habitación, vibrando sin parar. Liam contesta antes de que yo pueda incorporarme por completo.
—¿Sí? —su voz es tensa, baja—. ¿Qué…? ¿Cómo que ya está en todos lados? Lo miro. Se queda congelado unos segundos, y luego lanza una maldición que rara vez le he oído decir. —Gracias por avisar. Nos encargaremos —corta, deja el teléfono sobre la mesa con un golpe seco. Me incorporo, el corazón en la garganta. —¿Qué pasó? Él no responde de inmediato. Se sienta a los pies de la cama, se pasa la mano por el rostro, y por fin me mira. —Clara filtró información médica de Camila a la prensa. —¿Qué? —mi voz es apenas un hilo de aire—. ¿Qué información? —Todo. Su diagnóstico. El nombre del tratamiento experimental. Las condiciones del traslado. Hasta el nombre del