—¡Vamos!¡Cambia tu jodida forma en este jodido instante si quieres que te tome en serio!— aguijoneó Brishen mientras lo apuntaba con el puñal.—¡Eres un maldito cobarde!¡Eso es lo que eres, infeliz!
Ya estaba al tanto de que aquello le había funcionado a Roxana. Pero no estaba tan seguro de que le funcionaría a él. En conclusión, esta vez, la cosa no iba de distraer y huir. Ya lo veía en sus ojos y lo olía en el aire. La situación era diferente por dos motivos principales:
Primero que nada, porque se encontraba solo y, segundo, porque sabía que Beltrán no desaprovecharía oportunidad alguna de verlo muerto. Después de todo, para nadie era un secreto el odio que ese lobo le tenía.
Un odio al que, dicho sea, él no lograba encontrarle sentido alguno. Pero, no era ese el momento para ponerse filosóficos. Por lo tanto, se decidió a deslizar el filo de su puñal por la palma de su mano, provocando una leve herida.
La sangre comenzó a bajar, cálida y lenta, por sus dedos hasta caer en pequeñ