Dos días después, entre solicitudes de empleo y la desesperación de no saber si ir al médico a confirmar su condición o solo tomar una pastilla y fingir que todo había sido espontáneo, Mía ni siquiera pudo creer que la señorita Alondra Molina le marcara para decirle que su solicitud de empleo en “Blue” fue aceptada.
De repente miró a Juliana, que se arreglaba meticulosa, sentada en el sofá para ir al trabajo.
—Obtuve el puesto —le susurró lo suficientemente fuerte para que ella escuchara.
—Excelente, te lo mereces —no dejó de mirarse al espejo ni de pasarse la brocha de sombras por el párpado.
Mía se quedó ahí con el celular en el regazo, y las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos sin poder evitarlo.
—Esto es una mierd* —se apretó la sien; la situación la sobrepasó. No era solo huir del exesposo, era que en su vientre creciera algo que podía unirla a él de por vida.
Juliana la escuchó lloriquear y giró el rostro en su dirección. La miró deshecha. Su llanto era parecido al de u