Melissa no durmió esa noche.
Estuvo despierta la mayoría del tiempo, dando vueltas mientras su mente no la dejaba.
"Déjame mostrarte el mundo."
No era solo lo que decía. Era cómo lo decía. Como si lo sintiera, como si necesitara hacerlo. Como si salvarla… lo salvara a él.
Pero ¿salvarlo de qué?
Cuando se hizo de mañana, se desnudó lentamente y se metió en la ducha como si el agua pudiera aclararle la mente. Pero cada gota parecía arrastrar más preguntas. ¿Por qué se sentía así con él? ¿Qué era lo que había visto en sus ojos al final, cuando le dijo que quería salvarse? ¿De qué demonios quería salvarse un hombre como Bruno?
Se miró al espejo, aun con el vaho empañando el cristal, y por primera vez en mucho tiempo, no reconoció su reflejo.
Había algo en ella que también estaba cambiando.
Se puso unas mayas y fue al parque a correr hasta que su cuerpo no le dejara cavidad a los pensamientos. Era domingo por la mañana, y cuando volvió al apartamento, su teléfono vibró:
“No te estoy apresu