A la hora de la puesta de sol, Leandro había resuelto los asuntos familiares, eliminando a Silvia del registro civil y restableciendo su nombre original según el registro de adopción inicial, además de reorganizar sus documentos de identidad. Además, había manejado los activos relacionados con Silvia: transferencias, cuentas canceladas y tarjetas de crédito revocadas. Finalmente, había limpiado todo lo que en la familia Muñoz estaba relacionado con Silvia, sin dejar nada atrás.
Carmen, herida profundamente esta vez, no dijo nada y cortó con dolor la relación madre-hija. Le dio a Silvia una suma de dinero, un último gesto de parentesco.
Este dinero no sería un pago único, sino administrado por una entidad de confianza, con una asignación mensual que, sin derroches, aseguraría una vida cómoda. Al mismo tiempo, el equipo legal de la familia Muñoz hizo que Silvia firmara un acuerdo de confidencialidad; si revelaba cualquier información relacionada con la familia Muñoz y Sía, el pago se det