Sibelle
Él toma asiento a la mesa y a su derecha hay una mujer muy hermosa, rubia y con un buen busto, pero no tan generoso como el mío. Ella está muy bien maquillada, un poco demasiado para mi gusto; debe ser Jenifer. A su izquierda hay otra también muy bella, con el cabello negro cortado en un bob; no tiene un gran busto, pero tampoco es demasiado pequeño.
- Aïcha, por favor, ¿puedes ceder tu lugar a Sibelle?
- No hay problema, señor.
- Gracias, tesoro.
La veo sonrojarse de placer, ella se sienta en la silla al lado. Él me dice que tome asiento.
- A partir de hoy, este será tu lugar, me dice.
- De acuerdo, señor.
Me siento a su lado.
La gobernanta entra con los brazos llenos de comida, acompañada de otras dos mujeres que también traen comida. Hay de todo: ensaladas de frutas en abundancia, tocino, huevos revueltos, huevos cocidos, vasos llenos de jugo.
- ¿Hay otras personas que van a venir a comer? pregunto.
- No, es solo para nosotros.
- Es mucho.
- Te acostumbrarás. Apresúrate, tenemos que ir a buscarte ropa.
- ¿Puedo acompañarte? pregunta Jenifer.
- No, responde él.
- Pero...
Él la mira fijamente y ella responde:
- Está bien, señor.
Como rápidamente y pregunto:
- ¿Puedo ir con mi amiga?
- No, vamos los dos, después tendrás tiempo de hablar con ella. Si has terminado, vamos a la oficina para hacer la llamada.
- He terminado.
- Sígueme.
La acompaño a su oficina, él se sienta y me pide que me siente sobre su pie, lo cual hago. Marca el número de mi madre y me dice:
- No olvides que a la mínima equivocación, están muertos.
Siento escalofríos en la espalda, mi madre contesta al segundo timbre.
- Hola, mamá.
- Hoooo, Sibelle, mi querida, ¿cómo estás? Debías llamar ayer y no lo hiciste, me preocupé.
- Estoy bien, mamá, he encontrado un trabajo además de los cursos que estoy tomando, por eso olvidé llamarte. No te preocupes, estoy muy bien, gracias a este trabajo podré enviarte 2500 dólares cada semana. Hablé de tu enfermedad con mi jefe, dice que tiene un amigo médico que le debe un favor, así que se pondrá en contacto contigo para fijar una fecha para la operación.
- Hooo, mi querida, tu jefe es tan amable, pero espero que no estés haciendo nada ilegal.
- Por supuesto que no, mamá. Bueno, mamá, tengo trabajo que me espera. Te llamaré la próxima semana. Besos, te amo, mamá, saluda a papá y a Fedora de mi parte, les mando muchos besos.
- Besos, mi querida, yo también te amo mucho.
Él cuelga y me mira a los ojos.
- Has hablado muy bien, mi querida. Aquí tienes tu nuevo smartphone con todos tus contactos, tu nueva cuenta bancaria gracias a la cual podrás enviar dinero a tu mamá. No intentes traicionarme, tu teléfono está clonado; en cuanto cometas un error, lo sabré de inmediato, y conoces las consecuencias, ¿verdad?
- Lo sé, señor, gracias por el dinero.
- No me agradezcas, vamos.
Toma mi mano y bajamos al garaje, donde encontramos cinco SUV negras con guardias. Subimos en la del medio, el chofer arranca, tenemos dos vehículos al frente y dos detrás.
- Llévanos a mi centro comercial.
- Bien, señor.
Llegamos al centro comercial 30 minutos después. Los guardias bajan y hacen una fila para permitirnos salir y entrar en el centro. Me siento intimidada por todo esto, estamos escoltados como la pareja presidencial.
- Pide a los gerentes de las tiendas de ropa, zapatos y lencería que vengan con lo mejor que tengan, a mi oficina.
- Entendido, señor.
Caminamos hacia el ascensor, la gente se vuelve para mirarnos, otros susurran, me siento avergonzada, me encorvo un poco bajando la cabeza.
- Levanta la cabeza, camina recta, nunca bajes la cabeza, ni siquiera frente a mí.
- Bien, señor.
Entramos en un ascensor privado, que sube al piso 220. En cinco minutos llegamos. Él sale, nos dirigimos hacia su secretaria que nos recibe diciendo:
- Buenos días, señor, señorita.
- Sígueme.
Lo seguimos las dos, entramos juntas en su oficina. Es una amplia sala, muy sobria, sofisticada con una decoración minimalista. Esta oficina es seis veces más grande que nuestra habitación en el campus. La sala se divide en tres partes: la oficina principal, la oficina secundaria con una decoración más clara y luminosa, y la tercera parte es más relajante, con sofás.
Él se sienta en su escritorio.
- Ven a sentarte sobre mí.
Hago lo que me pide, la secretaria tiene la boca abierta, nos mira asombrada.
- Te presento a mi asistente y comprensión personal; estarás más a menudo conmigo, quiero que le muestres el mismo respeto que a mí. ¿Me he explicado bien?
- Sí, señor.
- Muy bien, deja pasar a los gerentes con las mercancías, pero que nadie entre en mi oficina; recibe todos los paquetes y envíalos aquí.
- Bien, señor.
Ella se retira dejándonos solas.
- ¿Estás bien?
- Sí, señor.
- Si en algún momento hay algo que te molesta, me lo dices; si alguien te mira mal o te habla mal, me lo dices, no me ocultes nada, ¿de acuerdo?
- Bien, señor.
La secretaria llega con los brazos llenos de paquetes, que deja todos y sale. Carlos me levanta y se sienta en el sofá, y me dice:
- Desvístete, vas a probarte diferentes vestidos de noche, luego serán las prendas de uso diario, después será la lencería y los zapatos.
Después de más de tres horas de pruebas, Carlos llama a sus guardias para recuperar los paquetes, que han llenado los maleteros de los cinco coches. Regresamos a casa. En el coche me dice:
- Mañana vamos a hacerte un tatuaje para que todos los que te vean sepan que me perteneces.
- ¿Los demás también lo tienen?
- Sí, pero su tatuaje puede eliminarse más tarde, pero el tuyo será permanente.
- ¿Por qué, señor?
- Porque solo la muerte te separará de mí.