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Capítulo 11: Duerme bien

Sibelle

hemos llegado a casa, y me sentía como una princesa de cuentos de hadas, pero prisionera. El coche se detiene en el gran aparcamiento del castillo. Un guardia viene a abrirme la puerta, bajo, y Carlos me toma de la mano, nos dirigimos hacia el gran salón.

- ¿Puedo ir a ver a mi amiga, ahora?

- Pregunta a Lucía (la ama de llaves), llámame a Lucía.

Ella corre para venir.

- Lucía, ya conoces a Sibelle, muéstrale el mismo respeto que me debes a mí.

- Bien, señor.

- Llévala a su amiga.

- Está bien, señor, sígame, señora.

La seguí a través de un pasillo, llegamos a una oficina que ella abre dejándome pasar, veo a Andréa, concentrada en un documento.

- Hola, cariño.

Voy a abrazarla. Está feliz de verme, se lanza a mis brazos.

- ¿Pero dónde has estado todo este tiempo?

- Nunca adivinarás lo que me pasó.

- ¿Qué pasó?

Le cuento todo lo que me sucedió, desde el descenso a la bodega, al ultimátum que me dio, a la salida de compras y el regreso a casa.

- ¡Guau, es increíble, el gran Carlo, el águila real de México, se fijó en ti! ¿Y cómo te sientes al respecto?

- No sé, estoy un poco confundida, no entiendo su comportamiento, a veces es dulce, a veces es cruel. A decir verdad, tengo miedo, mucho miedo, quiere hacerme un tatuaje permanente, y el día que me deje ir, ¿cómo voy a poder quitarme eso? Y cómo comportarme con él, es tan difícil, me obliga a ser suya por las buenas o por las malas.

¿Quién puede hacer eso hoy en día?

- Un mafioso, es típico de los mafiosos, ¡lo sabes! Pero creo que no está tan mal, tenemos trabajo las dos, podremos enviar dinero a nuestros padres, nos tratan bien, así que no te quejes demasiado, podría haber sido peor.

- Pero, es un mafioso, hace cosas ilegales, ¿y si nos atacan? No es la vida que hubiera querido tener, pero no tengo elección, hay que lidiar con ello.

- Efectivamente, no tenemos elección. Así que, no te angusties, toma la vida como viene, tendrás menos preocupaciones, haz todo lo que te pida, ¿de acuerdo?

- Entiendo, si queremos salir adelante, no debemos hacer olas. Entonces, ¿qué estás haciendo?

- Estoy revisando un poco la contabilidad pasada, los libros no están bien llevados, así que decidí rehacer todo para que esté en orden.

- Es una buena idea, te ayudaré un poco.

Trabajamos durante una hora cuando somos interrumpidas por Lucía, que dice que el señor me llama. Me disculpo con Andréa y voy a encontrarlo en su oficina.

- ¿Me has llamado, señor?

- Sí, has estado demasiado tiempo allá. ¿Olvidaste que te estaba esperando aquí? Hace más de una hora que estás lejos de mí, no me gusta saberte lejos, no debes estar lejos de mí más de una hora, ¿entendido?

- Bien, señor, ¿cuáles son mis tareas como su asistente personal?

- Debes asegurarte de que no me falte nada, aprender a conocer mis gustos, lo que me gusta y lo que no.

Para empezar, y más tarde ayudarme a verificar la compatibilidad de mis transacciones, mis empresas, supervisar, controlar, validar el trabajo de mis contadores. Eres como un recurso en mi arco, ya que mis contadores no saben que eres contable, no se desconfiarán de ti, para ello tú y tu amiga deben continuar recibiendo clases, pero en casa aquí por internet, ya los inscribí, son tres veces a la semana y puedes recibirlo donde sea que estés.

- Es una buena idea, señor, muchas gracias.

- Mañana después del tatuaje haremos tu pasaporte, porque vas a viajar mucho a partir de ahora.

Su segundo se une a nosotros, trabajan en contratos, me pide que eche un vistazo.

- Si no entiendes algo, preguntas.

- Bien, señor.

Trabajamos así durante varias horas antes de que nos llamen para la cena, éramos cuatro en la mesa, Aïcha, Mario, Carlos y yo. La cena transcurrió en un ambiente ameno, Mario contaba las travesuras que Carlos y él hicieron en su juventud.

Después de la cena, voy a desearle buenas noches a Andréa, que ha cambiado de habitación, está en otra más grande y lujosa, después subo a mi habitación para lavarme y acostarme.

Había estado acostada durante 30 minutos cuando mi habitación fue invadida por un intruso (señor: Carlos), aprendí que no le gusta que lo llamen así porque solo su padre lo hacía, se acuesta junto a mí y me dice

- ¿Ibas a dormir sin desearme buenas noches? Me gira hacia él y me besa delicadamente en los labios.

Sibelle

Sigo tocando su sexo, lo oigo gemir, parece disfrutar, continúo, lo veo crecer entre mis dedos antes de que eyacule.

- ¡Hooo, tienes dedos de hada, me dice!

Me levanta, nos enjuagamos rápidamente y luego salimos de la ducha.

- Hemos tenido un largo día hoy.

Salimos de la ducha, él se sienta en la cama.

- Tu día está ocupado, hoy iremos a hacerte un chequeo de salud, después será el tatuaje, después el pasaporte. Verás, tenemos un largo día.

Me tiende unos pantalones de tela muy ajustados y una blusa que resalta mi busto, me visto rápidamente, esta vez sin esconderme. Porque no quiero ser castigada. No se molesta en disimular su mirada, veo en sus ojos un hambre desconocida, un deseo crudo, lo veo tragar con dificultad, especialmente cuando me inclino para ponerme mi pequeño calzón.

- Tendrás tu castigo, tenlo claro, eso te enseñará a olvidar las reglas.

Lo miro con ojos de cierva, intentando apaciguarlo, para que cancele ese castigo.

- No lograrás impedirme que te castigue, estoy seguro de que te encantará tu castigo.

Él se va a su habitación a vestirse. Y vuelve a buscarme para bajar juntos.

Al llegar al comedor, todos estaban sentados en su lugar, Jenifer, Aïcha, me senté en mi lugar.

- Señor... ¿va a ir al casino hoy?

Era Jenifer la que hablaba.

El águila la mira, con esa forma que tiene de mirar, piensas "si lo supiera, no diría nada".

Ella baja la cabeza y hace pucheros.

- Aïcha, he sabido que el centro comercial se ha quedado sin nuestros vinos, ¿cómo es posible? ¿Por qué no pediste que reabastecieran? ¿Tienes un problema en este momento?

- No, señor, fue un olvido, no volverá a suceder.

- Lo espero, no es porque seas mi amante que tienes este puesto, porque creo en ti, sé que pones seriedad en tu trabajo, así que no me decepciones. Porque la próxima vez que cometas un error así, dejarás tu puesto, espero que te recuperes.

- He entendido, señor.

- A la atención de todos, están conmigo para mi placer, les doy un trabajo para mantener la mente ocupada, pero sepan que estoy observando sus habilidades para dar el trabajo que les corresponde.

Duerme bien, mi reina. Que tengas dulces sueños.

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