Sibelle
hemos llegado a casa, y me sentía como una princesa de cuentos de hadas, pero prisionera. El coche se detiene en el gran aparcamiento del castillo. Un guardia viene a abrirme la puerta, bajo, y Carlos me toma de la mano, nos dirigimos hacia el gran salón.
- ¿Puedo ir a ver a mi amiga, ahora?
- Pregunta a Lucía (la ama de llaves), llámame a Lucía.
Ella corre para venir.
- Lucía, ya conoces a Sibelle, muéstrale el mismo respeto que me debes a mí.
- Bien, señor.
- Llévala a su amiga.
- Está bien, señor, sígame, señora.
La seguí a través de un pasillo, llegamos a una oficina que ella abre dejándome pasar, veo a Andréa, concentrada en un documento.
- Hola, cariño.
Voy a abrazarla. Está feliz de verme, se lanza a mis brazos.
- ¿Pero dónde has estado todo este tiempo?
- Nunca adivinarás lo que me pasó.
- ¿Qué pasó?
Le cuento todo lo que me sucedió, desde el descenso a la bodega, al ultimátum que me dio, a la salida de compras y el regreso a casa.
- ¡Guau, es increíble, el gran Carlo,