Carlos
Me despierto con una sonrisa en los labios, he pasado la mejor noche de mi vida, estoy acostumbrado a dormir solo, normalmente mi sueño es muy ligero, duermo menos de cinco horas al día, pero ayer mi sueño fue profundo, me olvidé de mí mismo, la miro dormir, como a una niña, es tan delicada, maravillosamente hermosa, inocente, le acaricio el pelo, la despierto.
- Levántate y ve a lavarte.
Le cuesta abrir los ojos, sigo acariciándole el pelo para despertarla suavemente.
- Anda, dormilona, a despertarse.
Se incorpora, se sienta dos minutos, luego se levanta y se dirige a la ducha.
La oigo abrir el grifo, oigo correr el agua. La imagino desnuda, un calor me invade en la ducha. Me levanto para seguirla a la ducha.
Había empezado a enjabonarse, soltó un grito al verme.
- ¿Qué hace aquí? Señor.
- Vengo a ayudarte a lavarte.
- No, gracias, señor, no necesito ayuda.
- No te pido opinión, cariño.
Le quito la esponja de la mano y empiezo a frotarle la espalda.
- No creo que sea necesario