Un pasillo angosto, de muros fríos y piedra antigua. Linternas encendidas en las paredes. El mismo pasillo que había visto en mi sueño.
Avancé un poco más, conteniendo la respiración. Me aproximé lentamente al marco de madera empotrado en la pared a mi izquierda: Igual al que me había asomado meses atrás. Solo que ahora no era una alucinación. Ahora no lo estaba soñando, hasta me pellizqué el brazo.
Allí estaba. La habitación pero desde otro ángulo. La veía a través de una pared falsa. El marco era del mismo material que el muro, pero aquel borde tallado encajaba perfectamente con el recuerdo. Una confirmación brutal de que no estaba loca.
Mis dedos se aferraron al borde del marco. El miedo era punzante, pero la claridad aún más demoledora.
Todo era real.
El pasillo, los accesos ocultos, las paredes huecas. Todo lo que había visto aquella noche maldita no había sido producto de mi mente. Me cubrí la boca con la mano. Las lágrimas se agolparon de golpe.
Continué avanzando, pero no sin