Mis manos manchadas de carmesí, Vera tendida en los brazos de Adrik, la cabeza ladeada, los labios apenas entreabiertos. Lucía pálida.
¿Qué fue lo que hice? ¿Cómo pude ser tan descuidado y lastimarla a ella? ¿Cómo carajos las cosas terminaron así de torcidas? Ella no debía haber estado aquí, se suponía que ya se había ido. Debí confirmar antes de actuar.
Fui dominado por mis impulsos más primitivos; al verla tan cerca de Adrik, esa intimidad entre ellos nubló mi razón. Pensé en acabar con él de una vez por todas. No contaba con que, en el último instante, ella se interpusiera. La impresión de verla frente a mí me dejó completamente roto.
—La maté… —susurré.
Adrik seguía moviéndose, presionando la herid