Capítulo 69
Vera estaba fuera de sí. Gritaba, se aferraba a mi ropa.

—Estoy aquí —la abracé, tratando de serenarla—. Respira.

Tardé unos minutos así.

Luego la cargué y llevé a nuestra habitación.

Sus ojos seguían abiertos, aunque ausentes; mirada perdida, los labios resecos.

Le toqué el rostro. Frío.

—Marta —llamé.

La mujer asomó desde la puerta, nerviosa.

—Quédate junto a ella. Ni un segundo sola. ¿Entendido?

—Sí, señor.

—Dale algo tibio, háblale. Manténla aterrizada.

Otra mucama entró con Helena en brazos. Vera, en su crisis, pidió tener a nuestra hija cerca para protegerla. Me arrodillé junto a la cama, le tomé la mano.

—Te juro por todo lo que soy —murmuré— que traeré a nuestro hijo de vuelta.

Le di un último vistazo a Vera. Tragué el nudo. No había espacio para flaquezas.

Crucé hacia el ala norte de la casa. Thomas aguardaba por mí en la entrada del almacén; la puerta, entreabierta.

—¿Está ahí? —pregunté.

Asintió.

—Revisé su móvil —confirmó relatando—. Fotos de la hermana hospitalizada, mensa
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