Afuera llueve el mismo cielo parece harto. Desde anoche, el golpeteo de las gotas en las ventanas se ha vuelto parte del aire de la casa. No he salido. No lo he necesitado. Desde que hablé con Leo, desde que pronuncié esas palabras, no he hecho otra cosa más que pensar, buscar, organizar.
He pasado todo el día frente al computador. Con el portátil sobre las piernas, he navegado por páginas de inmobiliarias, buscando pisos en zonas que no estén tan alejadas de la ciudad, algo que pueda pagar yo sola… aunque no tenga idea aún de cómo voy a hacerlo. No tengo trabajo. No tengo ingresos. No tengo nada más que una maleta con ropa de recién nacidos, algunas prendas mías, y un bebé que depende de mí. Pero sigo buscando. Necesito saber a dónde ir cuando esto termine. Necesito estar lista.
Thomas me escribió esta mañana. Me mandó un correo largo, muy profesional. Incluyó un listado de propiedades—casas lujosas, amplias, de esas que tienen jardines y garaje para dos autos. Junto a las imágenes,