Fui trasladada a la sala de interrogatorios, esta vez con Marek a mi lado. El ambiente era aún más frío, más denso, más vigilado. En la esquina del techo, una cámara encendida apuntaba hacia nosotros. Un micrófono justo sobre la mesa metálica. Dos sillas enfrentadas y una luz blanca que no perdonaba el más mínimo gesto. Marek caminaba un paso delante.
—Todo será grabado —anunció el oficial al abrir la puerta—. Audio, imagen. Le recordamos que está aquí para una declaración formal dentro de una investigación activa. Tiene derecho a permanecer en silencio, a no responder si no lo desea y a estar acompañada de su abogado. Aunque esperamos su cooperación para que este proceso fluya sin complicaciones innecesarias.
Ofrecí un gesto de entendimiento. Tomé asiento en la silla helada, mientras Marek se acomodaba a un lado, abriendo su portafolio. Frente a nosotros se ubicaron Jakob Reiter y Lena Schuller. Sus rostros eran los mismos: austeros, y sin expresión.
Jakob tomó la palabra primero.
—Se