Marta intervino rápido.
—¡No pueden llevársela así! ¡Está embarazada! ¡Tiene ocho meses!
—No está arrestada como tal, pero necesitamos que colabore con nosotros. Tiene derecho a permanecer en silencio y a un abogado. Solo será trasladada para declaraciones.
No entendía nada. ¿Muertos? ¿Implicación? Mi voz no salía. Dejé que me guiaran hacia la salida, sin tener claro cómo llegué al asiento trasero del vehículo policial. El motor arrancó. El paisaje difuso pasó junto a la ventana, mis pensamientos se estrellaban entre sí, sin lograr una secuencia coherente.
Una vez en la comisaría, me registraron rápidamente. Me llevaron a una sala, de paredes blancas, y me pidieron que entregara mis objetos personales. Una enfermera llegó a revisarme la presión porque el temblor en mis piernas ya era visible. Acepté un vaso con agua y tomé un sorbo.
—Tiene derecho a una llamada.
Intenté contactar a Leo. El teléfono fue directo al buzón.
Marqué a la casa. Pasaron dos tonos antes de que Marta contestara.