Capítulo 19

Las noches se habían vuelto dulces. El reloj parecía moverse más lento desde que Alaric llegó a nuestras vidas. La casa entera giraba en torno a sus horarios: el baño, la leche, las nanas suaves que Leo le tarareaba cuando lo acunaba. Mi hijo, nuestro hijo, era la luz que lo bañaba todo.

A veces, cuando la casa quedaba en silencio, me encontraba en la mecedora del estudio, arropándolo con una mantita suave en lo que su pequeña cabeza descansaba en mi pecho. Era tan diminuto aún, con la piel tersa, los ojos curiosos, la respiración pausada de quien apenas empieza a descubrir el mundo. En esos momentos me perdía mirándolo, el tiempo se encogía solo para nosotros dos.

En esa burbuja cálida, aparecían inevitablemente los recuerdos.

Pensaba en Erika.

Mi madre.

El nombre me sabía amargo.

¿Cómo pudo rechazarme? ¿Cómo pudo tenerme y simplemente dejarme con aquellos monstruos para pagar su deuda sucia? La herida estaba ahí, aún abierta, aún punzante. Me esforzaba por entender. Tal vez su vida
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