Capítulo 38
Leo mantenía su mano sobre la mía, procesando, pero no se apartó.

—¿Estás...? —murmuró.

Asentí.

Su expresión cambió. Al principio parecía desconcertado. Luego, sus labios se curvaron lentamente hasta que una sonrisa luminosa le estalló en el rostro.

—¿De verdad estás embarazada?

—Así es.

Sus iris brillaban de emoción. Se incorporó un poco y me abrazó fuerte, besándome la frente, las mejillas, el cuello. Reía bajito contra mi piel, incapaz de contener tanta felicidad.

—Dios... Vera... No sabes lo feliz que me haces.

Lo sentí temblar apenas. Su abrazo se mantuvo, pero su cuerpo bajó el ritmo. Su respiración se volvió más pausada. Me sostuvo la cara en sus dos manos, la euforia mermó.

—Vera... ¿Y tú qué quieres hacer? —se le notaba más serio.

Tardé un segundo en asimilar la pregunta. No era simple curiosidad. Era su forma de reconocer que la decisión, esta vez, no le pertenecía. Que él me la debía.

Decidí sopesar un poco mi decisión, no obstante, siempre la tuve clara.

—Sí quiero tenerl
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