El sonido de las olas era lo único constante esa mañana. Vera se había adelantado a la playa con las demás, como le había pedido. Yo me quedé en la cabaña unos minutos más, tomándome el café. Recibí un mensaje de Thomas más temprano: «Tenemos algo».
Marqué su número y apoyé el codo en la baranda del porche. Al segundo tono respondió:
—Señor.
—¿Novedades?—Respondí
—Ya rastreamos parte del origen. Ha sido complicado —explicó metódico—. Como sabe, el análisis nos ha llevado a varios puntos. Tuvimos que incorporar a un experto en ciberseguridad. Según su informe, la persona utiliza redes públicas, siempre bajo VPN, y envía los correos desde equipos compartidos. El último fue enviado desde una biblioteca.
—¿Tienen un perfil?
—Sí, señor. El investigador privado y el técnico lograron seguir el rastro. Ya tenemos algo sólido.
—¿Y bien?
—No es ella —confirmó, anticipándose a mi pensamiento.
La tensión en mis hombros se alivió.
—¿Estás completamente seguro?
—Comprobado. Est