—Ya le he dicho que el señor Brunetti no quiere otorgarle una invitación, señor. Dice que la fiesta que va a celebrar es en honor al cumpleaños de su padre, y que los competidores no son bien recibidos por su progenitor.
—¡Un montón de malditas mentiras! — bramó—.Fui a un cumpleaños de su padre hace dos años y no dijo nada parecido.
—Puedo volver a insistir, si lo desea.
—No, no cederá —respondió, con la mandíbula tensa y la mirada fija hacia la ventana—. Cuando se empeña en negar algo, lo hace hasta el final… maldito perro engreído.
—Quizás la vejez de su padre lo ha cambiado, señor.
—¡Y un cuerno! Sabe que sé que Kelly estará allí —aseguró gruñendo.
—¿Habla de la señorita Mc Bride, señor?
—Por supuesto, Bill —dijo, pasándose la mano por el cabello y despeinándolo mientras caminaba de un lado a otro como un lobo enjaulado, buscando una solución.
De una manera u otra, tenía que entrar a esa fiesta y escoltar a Kelly en todo momento o, al menos, estar cerca de ella para que nada malo l