Kelly se alejó de la mesa oscura con visible enfado. Aquello era la guinda del pastel de una semana que ya había sido bastante amarga. La frustraba sentirse atrapada por la falta de poder y dinero, pero lo que más la irritaba era ver cómo algunos usaban su influencia solo para cumplir sus propios deseos, sin pensar en quienes más lo necesitaban.
Cuanto más lo pensaba, más claro le resultaba: ¿la habría enviado su jefe a propósito, sabiendo que él estaría allí? Probablemente sí. Había mencionado a un “cliente especial”. Pero ¿por qué? No encontraba motivo, salvo el de siempre: dinero. Lo único que parecía importarle, además de llenar su bar con gente dispuesta a engordar sus bolsillos. Resopló al imaginar la posibilidad de que su propio jefe la hubiera “vendido” por unos billetes más.
—¿Está todo bien, Kelly? Pareces enojada desde el comienzo de las rondas.
—Sí.
—¿Estás segura?
—¡Mejor no puedo estar!
—¿Qué sucede? —preguntó Allie, algo sorprendida por el estallido de su amiga.
—Lo sie