—¿Sucede algo? Te has quedado perpleja.
—No, nada. Sólo me entristece que hayan tenido que marcharse. —dijo apretando la nota en su mano y luego la metió dentro de la bolsillo de su sudadera.
—Los voy a extrañar. Eran como mi familia. —suspiró con pesar doña Marta.
Apenas terminó de cenar, Macarena agradeció el gesto a la amable mujer y regresó a su habitación. Su mente no paraba de pensar e intentar atar cabos. ¿De dónde Arquímedes conocía a los Fontanelli? ¿Por qué no le dijo que sabía quienes eran cuando ella embarcó a su coche? ¿Qué secreto guardaba? ¿Y su extraña desaparición?
Entró a su dormitorio, se dejó caer en la cama y frotó su rostro con ambas manos, como si con aquello pudiera borrar aquellas palabras de su cabeza.
Con lentitud sacó del bolsillo de su sudadera, la nota; estiró un poco el trozo de papel y con mayor calma la leyó, no una ni dos sino todas las veces que fue necesario para entender que estaba pasando.
Se acostó y cerró los ojos. En su mente revivió to