Aquellas palabras cayeron sobre Macarena como un balde de agua fría. No podía creer lo que escuchaba. ¿Jeremías, tío de Lucas? No… no podía ser. Debía ser otra de las mentiras de Lucas, otra estrategia más de manipulación. Pero bastó una mirada al rostro de Jeremías para comprender que, esta vez, la verdad era peor que cualquier mentira.
Sin pensarlo, salió corriendo de la iglesia, abriéndose paso entre los invitados, entre murmullos y rostros confundidos. Solo quería huir de allí, respirar algo diferente que no oliera a mentira, a traición.
Había sido traicionada nuevamente y por el único hombre al que había decidido creer.
Jeremías intentó seguirla, pero Lucas lo detuvo de un tirón en el brazo.
—¿A dónde crees que vas? —escupió Lucas.
Antes de que Jeremías pudiera responder, Lucas le lanzó un golpe directo al mentón, tan fuerte que lo hizo caer de espaldas sobre uno de los bancos.
El murmullo de horror de los presentes recorrió la iglesia. Jeremías, aturdido, se llevó la mano a la