Capítulo 23 El dolor que me destruye

Rebeca Miller

Lo miré.

Lo miré con ese mismo miedo que tanto me costaba aceptar. El miedo que nacía de lo que alguna vez sentí por él. De lo que aún me removía por dentro a pesar de todo.

—¿Trajiste a los niños? —preguntó Charles, su voz baja, pero cargada de sospecha.

Tragué saliva. Sentí cómo el corazón me latía con fuerza en el pecho, como si advirtiera lo que estaba por venir.

—No… no los traje. —Solo vine por don Augusto —respondí finalmente, con un hilo de voz.

El silencio que siguió fue denso. Como una neblina espesa entre los dos. Nos mirábamos sin decir nada, pero todo se decía en ese espacio sin palabras.

Y entonces, dio un paso más. Uno solo… pero bastó para que mi respiración se agitara.

—No te acerques más a mí —le dije, con un tono firme que me costó sostener.

—¿A qué le temes, Rebeca? —su voz era un susurro grave, casi un suspiro que me rozó el alma.

—A nada… —respondí sin convicción—. Solo que no quiero que te acerques a mí.

Él frunció el ceño, su mandíbula se tensó.
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