Capítulo 145

Decidí regresar. No podía interrumpir su felicidad. Mi madre merecía ese momento de paz, ese destello de alegría. Don Augusto siempre ha estado solo; a veces lo había visto con otras mujeres, sí, pero nunca con esta complicidad. Solo esperaba que no estuviera jugando con ella. Mi madre era frágil, y yo no podría soportar verla herida.

Me di la vuelta y caminé de regreso al pasillo de la UCI. Ya no caminaba, me arrastraba. El peso de los secretos familiares se había sumado al peso de la amenaza de Amelia y la vida de Charles.

Cuando estaba a punto de llegar, la puerta de la sala de emergencias se abrió y el médico salió. El tiempo volvió a acelerarse.

—¡Doctor! —me apresuré hacia él, con el corazón a punto de salirse por la boca—. ¿Cómo está mi esposo?

Me miró y, por primera vez en todo el día, vi una sonrisa sincera.

—Señora Schmidt, su esposo está estable. Logramos estabilizarlo completamente. Su colapso fue una reacción a un estrés extremo y agotamiento, pero su corazón es fuerte. L
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