– Amelia
Estoy en una avioneta privada volando hacia Italia, donde vive mi padre. El zumbido constante de los motores es el único sonido que me acompaña, además del leve tintinear de la copa de vino que la azafata me acaba de entregar.
—Gracias —digo con una sonrisa ligera, tomando la copa entre mis dedos.
El cristal está frío, y al acercarlo a mis labios, el sabor del vino me quema la garganta, pero me gusta esa sensación. Es el único fuego que me mantiene viva después de tanto caos. Apoyo el codo sobre el reposabrazos y observo por la ventana: el cielo se extiende infinito, una mezcla de tonos azulados y dorados, como si el mundo allá abajo ya no me perteneciera.
Saco mi teléfono del bolso. Dudo unos segundos antes de marcar el número. Sé que lo que voy a decir no es algo que se deba pronunciar en voz alta… pero ya nada me importa.
La llamada se conecta.
—¿Aló? —responde una voz ronca, fuerte.
—Rick —digo con voz fría, controlando cada palabra—. Necesito que me digas qué has averig