Charles Schmidt: El eco del vacío
Salí de casa con el pecho ardiendo y la mente hecha un caos. Cerré de golpe la puerta y lancé las llaves sobre el asiento del auto. Apreté el volante con tanta fuerza que los nudillos se me pusieron blancos. Maldita sea. ¿Cómo se había salido todo de control tan rápido? Encendí el motor y conduje sin rumbo fijo, con el corazón latiendo como un tambor de guerra.
Terminé en el club. El de siempre. Entregué las llaves al valet sin decir palabra. Apenas crucé la puerta, me dirigí a la barra y me senté. —Lo más fuerte que tengas —le dije al barman sin mirarlo. El trago arribó con celeridad, y con él el ardor que incendió mi garganta, pero no fue el responsable.
Apoyé los codos sobre la madera barnizada y hundí la cabeza entre las manos. —¿Por qué, Amelia…? —susurré El hielo del vaso tintineó cuando lo volví a levantar. Volví a tragar. Volví a arder.
Y entonces regresaron los recuerdos como un látigo, azotándome el alma.
Flashback: Tres años atrás
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