Finalmente, llegaron a su destino en Lunaris.
Cuando Silvina bajó del coche, estuvo a punto de perder el aliento de la impresión.
Frente a ella se alzaba un edificio de ochenta y ocho pisos que parecía tocar el cielo. Sobre la fachada, unos enormes caracteres brillaban bajo la luz del sol: Grupo Familiar Muñoz.
Silvina no pudo evitar levantar la cabeza. Miró hacia lo alto hasta que el cuello le dolió, y aun así no logró ver el final del edificio.
El mayordomo del Grupo Familiar Muñoz ya los esperaba desde hacía rato. Al ver acercarse a Leonel y a Silvina, se adelantó con una reverencia formal:
—¡Señor! ¡Señora!
Leonel asintió ligeramente y siguió avanzando sin detenerse.
Silvina, en cambio, se había quedado completamente paralizada, sin moverse del sitio.
Sabía que la sede del Grupo Familiar Muñoz no estaba en Inochi, pero jamás se imaginó que sería tan imponente, tan majestuosa.
El edificio se erguía frente al río, con un diseño arquitectónico único y un terreno que parecía no tener