Silvina se quedó paralizada unos segundos, luego se acurrucó bajo las mantas y respondió con voz apagada:
—No, mejor descanso temprano. Que tengas buen viaje y vuelve pronto.
Leonel, al oírla, dejó entrever un leve destello de decepción en su mirada, pero pronto respondió:
—Está bien. Descansa.
Tras eso, se dio la vuelta y salió de la habitación.
Silvina, sin embargo, no logró conciliar el sueño tan rápido. Después de dar varias vueltas en la cama, no pudo resistirse y se levantó para mirar por la ventana. Justo alcanzó a ver cómo Tomás conducía el coche que se llevaba a Leonel.
—Tan tarde y arreglado como un galán de novela... —murmuró para sí—. ¿Decir que podía acompañarlo? Seguro fue solo una cortesía. Vamos, Silvina, ¿qué estás pensando? ¡Él y tú solo son esposos por contrato! Lo que haga con su vida no tiene nada que ver contigo.
Cuanto más pensaba, más sentía una incomodidad creciente en el pecho.
Finalmente, regresó a la cama. Y aunque se durmió de mal humor, a media noche sint