Silvina miró el cielo y comentó:
—Vaya, no pensé que ya estuviera oscureciendo.
Tania dejó la revista a un lado y respondió:
—¿Apenas te das cuenta? Aunque Xenia tiene más de una hora de diferencia con Inochi, a esta hora igual ya debía oscurecer.
Silvina se estiró un poco y dijo:
—Vamos, es hora de regresar. Adela, cuídate y descansa. No te apresures a volver al trabajo, esto cuenta como accidente laboral, así que pediré tu baja médica.
Adela estaba tan conmovida que casi quería llorar. Había trabajado en el Grupo Familiar Muñoz desde hacía un tiempo, pero nunca había tenido una jefa tan atenta.
Silvina y Tania salieron de la habitación. Apenas avanzaron unos pasos, vieron a Ruperto hablando por teléfono.
—Señor Martinez, no se preocupe —decía él—. Yo me encargaré de conseguir a alguien para solucionarlo. No es nada grave.
Silvina no pensaba interrumpirlo, pero al oír el nombre de Señor Martinez, se detuvo de inmediato.
Ruperto también la vio, le asintió tanto a ella como a Tania, y