Leonel tampoco regresó temprano.
Al ver que Silvina ya estaba dormida, el corazón de Leonel se ablandó de inmediato.
Sin querer despertarla, bajó el ritmo de sus movimientos, se aseó en silencio y luego se acostó, abrazándola con sumo cuidado hasta quedarse dormido junto a ella.
Justo cuando la luz del cuarto de Leonel y Silvina se apagó, Liliana, que estaba de pie afuera de la ventana, rompió a llorar desconsoladamente.
A su lado, Santiago comentó con resignación:
—Liliana, mejor sería que renuncies. Al fin y al cabo, Silvina ya lleva en su vientre al hijo de Leonel. Aunque volvieras a estar con él, siempre habría una Silvina entre ustedes.
De pronto, Liliana se giró y lo abrazó con desesperación, llorando a mares:
—¡Santiago, lo entiendo, pero no puedo! Tú sabes cuánto amé a Leonel en aquel entonces. Ahora, de repente, aceptar este desenlace… ¡no lo soporto! Santiago, ¿qué hago? No puedo olvidarlo, no puedo soltarlo… ¡no puedo vivir sin él!
Santiago no esperaba que Liliana lo abraza