Leonel miró la espalda de Liliana, luego volvió la vista hacia Silvina en la cama y de inmediato le dolió la cabeza.
Una era su amiga de la infancia, la otra su esposa…
Claro que, para él, no había nada de malo en que Silvina "maltratara" a Liliana; su mujer tenía derecho a hacer lo que quisiera.
Pero… ¿por qué Silvina tendría que hacerle eso a Liliana?
Al ver la expresión vacilante en el rostro de Leonel, Silvina entendió enseguida: él le creía a Liliana.
Una sonrisa fría cruzó su corazón. ¿Así que realmente la compadecía?
Silvina reprimió la desolación en su pecho y le dijo con calma:
—Si no estás tranquilo, puedes ir a consolarla.
No tenía la menor intención de explicar nada de lo ocurrido.
Justo en ese momento, Tania entró con una caja de medicinas que acababa de enviar la familia Martínez y comentó en voz alta:
—Qué raro… ¿acabo de ver a Liliana salir corriendo llorando? ¿Quién podría haberla hecho llorar? ¿O será que estoy alucinando? ¿Acaso en este mundo hay alguien capaz de ha