Rosa, al ver que aquellos vagabundos se le echaban encima, comenzó a gritar histéricamente:
—¡No... no se acerquen! ¡Ah... no, por favor!
¿No?
Cuando Silvina gritaba "no" hace un momento, ¿qué fue lo que hizo ella?
Pagar con la misma moneda ya era más que misericordioso.
Resuelto el asunto de Rosa, Leonel volvió la mirada hacia Wilson, que aún se retorcía en el suelo, sujetándose la entrepierna.
En ese momento Wilson deseaba desmayarse, al menos para dejar de sentir el dolor. Pero no podía.
Solo le quedaba arrodillarse allí y soportar el tormento.
—Busquen también a unos cuantos y que se encarguen bien de él —dijo Leonel mientras sus largos dedos acariciaban el cañón de la pistola—. Díganles a esos vagabundos que, si se quedan más de diez minutos encima de ellos dos, recibirán una recompensa de diez mil dólares.
Al oír sus palabras, otro grupo de vagabundos se lanzó sobre Wilson.
En cuanto a la pandilla de matones que habían traído Rosa y Wilson, ya habían sido reducidos y permanecían