La noche envolvía la habitación en una penumbra suave, iluminada únicamente por la luz tenue de la luna que se filtraba a través de las cortinas. Aurora y Dante se encontraban de pie, mirándose a los ojos, sintiendo la electricidad que chispeaban en el aire entre ellos.
Dante levantó una mano y acarició suavemente la mejilla de Aurora, su pulgar trazando círculos delicados sobre su piel. Ella cerró los ojos ante el contacto, inclinando ligeramente el rostro hacia su caricia, como una flor que busca la luz del sol.
—Eres increíblemente hermosa —susurró Dante, su voz ronca por la emoción contenida.
Aurora abrió los ojos y lo encontró mirándola con una intensidad que le robó el aliento. Una mezcla de nerviosismo y deseo se agitaba en su interior, pero la calidez en la mirada de Dante la tranquilizaba, asegurándole que estaba exactamente donde quería estar, un sentimiento nuevo, algo que por alguna razón no entendía cómo su cuerpo reaccionaba ante cada tacto con Dante
Sin romper el contac