La maleza crujía bajo sus botas mientras Alonzo avanzaba por el bosque, con la respiración agitada y la mirada afilada.
Aún sentía el zumbido de la explosión retumbando en su cráneo, pero eso no lo detendría. No mientras Dante estuviera desaparecido… o peor.
Se detuvo de golpe al ver las marcas en el barro húmedo: neumáticos, ramas partidas, y pequeñas manchas de sangre. Se agachó, tocó el rastro con la yema de los dedos. Todavía tibio.
—Mierda… —murmuró, con el ceño fruncido.
A unos metros, algo brillaba entre la tierra: un casquillo de bala vacío. Y más adelante, una máscara de lobo abandonada, con la cuerda desgarrada.
Alonzo la levantó
—Vittorio —escupió el nombre como veneno.
Apuntó con su arma, tenso, girando lentamente sobre sí mismo. Nada. Solo el susurro del bosque, ramas meciéndose al ritmo del viento.
Sacó el intercomunicador de su chaleco.
—Aquí Alonzo. Dante ha sido capturado. Repito, Dante está en manos de Vittorio. Encontré sangre, huellas, y la máscara del bastardo. D