Despierto desorientada y confundida, porque la cama todo está completamente oscuro y mi cuerpo siente como si hubiese dormido durante toda una estación. Complacida por no tener dolencias, miro el techo de la habitación hasta que las náuseas me hacen correr al baño.
Toda celebración parece empañarse con el malestar, sobre todo, porque de inmediato, Maximiliano aparece para sostener mi cabello y acariciar mi espalda.— Todo está bien, tranquila. Estaremos bien. — dice Maximiliano.— Pensé que no iba a vomitar.— Lo he averiguado, me dijeron que son las náuseas matutinas. Es algo normal, parece que traer seres humanos al mundo es así de terrible.— Bueno, me alegra que no sean mis enfermedades las que se muestren con el vómito, si no, el pequeño revoltoso que tengo en mi interior. — susurro.— Pequeño revoltoso, entonc