68. La Primera Grieta
El amanecer se filtró a través de las persianas de la habitación de papá iluminando su rostro tranquilo. Me enderecé en la silla, sintiendo la rigidez en mi cuello y espalda. Mi cuerpo protestaba por haber dormitado en esa posición incómoda, pero mi mente estaba más clara que nunca.
El mensaje de Camila había llegado exactamente cuando lo esperaba: "Tengo información sobre el médico. Nos vemos en una hora en la cafetería de la clínica."
Una hora. En una hora comenzaría a descubrir qué secretos escondía Isabela.
Me levanté con cuidado, tratando de no hacer ruido. Papá seguía durmiendo profundamente, y su color había mejorado notablemente durante la noche. El médico había tenido razón: era más fuerte de lo que parecía. Igual que yo.
—Buenos días, dormilón —susurré, inclinándome para besar su frente—. Voy a desayunar, pero volveré pronto.
Sus párpados se movieron ligeramente, como si estuviera emergiendo de un sueño profundo.
—Lorena... —murmuró, sin abrir completamente los ojos.
—Estoy a