69. Semillas de Duda
Las oficinas del señor Mendoza ocupaban dos pisos de un edificio señorial en el Eixample, con esa arquitectura modernista catalana que siempre me había parecido un puente entre el pasado y el futuro. Subí en el ascensor sintiendo el peso de la carpeta que llevaba en mi bolso: las pruebas sobre el Dr. Valenzuela que Camila había recopilado durante la noche. Cada documento era una bala que podría atravesar las mentiras de Isabela.
La recepcionista me saludó con esa sonrisa profesional que caracteriza a quienes trabajan en los márgenes de las tragedias ajenas.
—Buenos días, señora Undurraga. El señor Mendoza la está esperando en la sala de conferencias. Su esposo llegó hace unos minutos.
Pronto ex-esposo, pensé, pero solo asentí con cortesía.
La luz matutina se filtraba creando un ambiente ceremonial. Max estaba sentado al extremo opuesto de la mesa, con el señor Mendoza entre nosotros como un árbitro neutral.
Cuando entré, Max levantó la vista, y lo que vi en sus ojos me sorprendió: no