Cuando Isabella abrió los ojos, lo primero que sintió fue un frío extraño en la habitación.
El aire olía a hierbas medicinales y a ceniza húmeda, como si alguien hubiera quemado incienso.
Tardó varios segundos en darse cuenta de dónde estaba, y más aún en reconocer que el peso en su pecho no era solo físico, sino emocional.
Se giró lentamente, aun con la vista nublada, y descubrió la silueta de un hombre sentado a su lado.
Su respiración se aceleró de inmediato; por un instante pensó que era Kaen, que había permanecido allí, cuidándola. Pero cuando sus ojos se aclararon, el desconcierto la golpeó.
No era él.
—¿Eres…? —murmuró con voz débil.
El hombre inclinó la cabeza con respeto, sus facciones jóvenes y firmes revelando orgullo.
—Mark, hijo del jefe del ejército Beta. Luna, llegué a tiempo. Pude rescatarla antes de que ese lobo enmascarado lograra hacerle daño. Nadie tocó su pureza.
El corazón de Isabella latió con fuerza.
Por un momento había temido lo peor, que aquel ataque en la pr