Isabella no pudo soportarlo más, salió de ahí con rapidez, con los ojos enrojecidos y el corazón latiendo con violencia.
El aire frío de la madrugada le golpeó el rostro, pero ni siquiera eso la hizo detenerse.
Necesitaba escapar de ese ambiente cargado, de esas miradas que la asfixiaban, de la verdad que recién se había revelado ante sus ojos.
Dentro aún resonaba la voz de Kaen, ese Alfa dominante que decía proteger a Ruby, aunque en su interior Isabella sentía que todo eran excusas.
—¿Sabes quién es el padre del cachorro? —la pregunta cortó el aire como un cuchillo.
La mujer, Ruby, titubeó, bajando la cabeza.
—No lo sé… estaba en celo, fui débil… ¡Perdóname!
Kaen negó con un gesto firme.
—No te culpes. Está bien… quiero que estés bien, Ruby. Te lo prometí, no te dejaré sola.
Ella, con lágrimas en los ojos, se abrazó a él con fuerzas. Fue en ese instante, cuando la imagen se grabó en la mente de Isabella como una herida imposible de cerrar.
***
Al girar por el pasillo del hospital, Is