Todos los presentes quedaron paralizados, con la boca abierta y los ojos desorbitados, incapaces de asimilar lo que acababan de presenciar.
Claire dio un paso atrás, temblando, una mezcla de miedo y sorpresa recorriendo cada centímetro de su cuerpo.
Nunca habría imaginado que Isabella, a quien creía débil e indefensa, había logrado lo imposible: no solo sobrevivir a lo que todos pensaban que sería su fin, sino que ahora podía ver, y su poder era palpable en el aire como una corriente eléctrica que hacía que todos los pelos se erizaran.
Dante no podía ocultar su incredulidad. Su rostro, usualmente seguro y arrogante, mostraba signos de confusión y temor.
Los músculos de su mandíbula se tensaron y sus ojos buscaban desesperadamente respuestas.
—¿Puedes ver? —preguntó con voz tensa, tratando de mantener la autoridad que sabía que empezaba a perder—. ¿Nos has mentido todo este tiempo?
La loba, Isabella, se irguió con majestuosidad, su pelaje blanco resplandeciendo bajo la luz de la luna qu