—¡¿Dónde, abuela?! —gritó Isabella con el corazón en la garganta—. ¿Dónde está mi madre?
La anciana respiró hondo, con lágrimas contenidas en sus ojos nublados por los años.
—¡Oh, cariño… no lo sé! —confesó con voz temblorosa—. Solo sé que ese fue el precio para que no te matara…
Isabella se quedó rígida.
—¿Qué? —exclamó, incrédula.
La abuela la tomó de las manos, apretándolas con fuerza.
—Después de que tu padre fue asesinado y tú fuiste llevada al hospital, herida de muerte, Dante apareció. Él le dijo a tu madre que, si quería que vivieras, debía irse con él. Solo así seguirías con vida, de lo contrario, iba a terminar contigo. Tu madre tuvo que elegir, y claro… eligió salvarte.
Isabella rompió en llanto, llevándose las manos al rostro. Imaginaba a su madre entre esa encrucijada, teniendo que estar al lado del hombre que más despreciaba.
—¿Por qué nadie la ayudó?
—Sabes bien que no podíamos. Nadie era más fuerte que Dante. Nadie podía oponérsele… hasta que creciste tú.
Isabella sinti