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Al día siguiente, todo era monótonamente normal. Sofía bajó a desayunar como cada mañana, con la diferencia de no encontrar a su esposo en el comedor, lo cual era sumamente extraño. Quería creer que no le interesaba saber dónde, ni por qué, no estaba ahí como siempre, pero le fue imposible. Algo en su mente no podía estar tranquila. Toda la noche no pudo dormir pensando en la cena y en las palabras dichas. ¿Qué estaba pasando con ella? Se estaba volviendo loca. Picó su comida ansiosa hasta que vio a Yuri entrar al comedor.
—Disculpa, Yuri. ¿Sabes dónde se encuentra mi esposo? —La empleada le sonrió amablemente y asintió.
—El señor Davis se fue muy temprano al aeropuerto. Hoy regresa su hermana del extranjero. —Sofía parpadeó unas cuantas veces y le agradeció la información. ¿Hermana? Fue lo primero que se preguntó. Ni siquiera sabía que tenía una. Se supone que tendría que saberlo, ¿no?
Se dispuso a seguir con lo suyo. Subió a su recámara e hizo algunas cosas para pasar el rato, esper