El silencio tras las palabras de Kael se convirtió en una espiral de tensión que lo envolvía todo. El fuego crepitaba débilmente en la cueva, proyectando sombras que danzaban sobre las paredes de piedra. Elira apenas respiraba, la espalda contra el pecho de Kael, su corazón latiendo al ritmo de un tambor antiguo, como si algo antiguo despertara con cada uno de sus latidos.
—¿Qué juramento hiciste? —preguntó ella, en un susurro tembloroso.
Kael cerró los ojos por un momento. Sus brazos se tensaron a su alrededor.
—Uno que no debía haber hecho jamás… pero no podía permitir que te arrebataran de nuevo. Ni en esa vida. Ni en esta.
Elira se giró lentamente para mirarlo, sus ojos dorados buscando respuestas en los suyos. Él se veía más humano que nunca, más vulnerable.
—En una de nuestras vidas pasadas… eras reina de los licaones. —Kael bajó la mirada—. Una mujer de poder inmenso. Y yo… yo era tu guardián, tu sombra, tu amante prohibido. Pero algo sucedió. Fuiste traicionada por uno de los t