Había noches en las que el viento parecía arrastrar susurros desde un tiempo que no le pertenecía. Y esa noche, el aire trajo algo más que frío. Mientras la protagonista se encontraba dormida, con el bebé acurrucado a su lado como un pequeño faro de calor, su mente volvió a abrir una grieta invisible... y cayó.
El cielo era púrpura. La luz, tenue. No era un sueño común. Era... otro tiempo.
Caminaba entre pasillos de piedra antigua, vestidos con hiedra y hojas doradas. Sus manos eran distintas, pero su corazón, el mismo. Sabía que estaba en un recuerdo de otra vida, aunque no podía controlar nada. Era una simple observadora dentro de sí misma.
Y entonces lo vio.
Él. Su rostro era joven, casi demasiado bello para ser humano. Sus ojos eran profundos, como si ocultaran mundos enteros, pero entonces... estaban llenos de tormenta.
—No vuelvas a hacerlo —le decía él en un tono que intentaba ser suave, pero era apenas contenido. Sus dedos temblaban mientras la rozaban con devoción casi religi